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Cariño, mañana salgo en moto
15/05/18 por Rub?n L?pez

No sé si a vosotros os ha pasado alguna vez la situación de haber quedado con amigos para montar en moto y lo que en principio iba a ser una ruta matinal se alarga hasta la tarde o incluso bien entrada la noche.
 
A mí particularmente me ha ocurrido en más de una ocasión y os aseguro que en la gran mayoría de los casos han sido días espectaculares en los cuales he descubierto lugares insólitos y emociones nuevas, disfrutando de una de mis grandes aficiones.
 
Qué pensaríais si os hablase de una persona que con esas mismas palabras se despidió de su pareja sin ni siquiera imaginar lo que a priori sería una salida fugaz, para convertirse en una larga aventura por todo el mundo que le permitiría conocer a personajes tan destacados como Jay Leno, Diego Armando Maradona, Antonio Banderas y el mismísimo Juan Pablo II entre otras muchas celebridades.
 
Os asombraréis con esta historia porque no os va a dejar indiferentes, hablamos de nuestro protagonista Emilio Scotto que nació en Argentina en 1955. Al cumplir los 8 años de edad le dijo a su madre muy convencido “mañana me voy a dar la vuelta al mundo”, a lo que su madre contestó enternecida “mañana irás a la escuela y no a dar la vuelta al mundo”.
 
Si os dijese que estamos ante una eminencia a la altura de figuras tan aventureras como Magallanes, Cristóbal Colón, Marco Polo, Livingstone o Amelia Earhart, seguramente os cuestionéis qué le une a todos ellos y, además, qué le hace tan especial. La respuesta es sencilla: valor. Su lucha fue constante y tenaz, del mismo modo que al resto, su ilusión por llegar a conseguir su sueño le llevó a superar cada una de las adversidades que surgieron en su camino.
 
En 1985, con tan sólo 30 años de edad, Emilio Scotto le dijo a su pareja cinco palabras que darían comienzo a la mayor hazaña de su vida: “cariño, mañana salgo en moto”, proeza que le ocupó 10 años de su vida, hasta su regreso.
 
Emilio pasó por muchas dificultades económicas y, lejos de conformarse con su vida rutinaria, se mantuvo siempre despierto en busca de cualquier oportunidad que le pudiera cambiar la vida para poder conseguir su meta.
 
Un día acompañó a un amigo a comprarse una moto a un concesionario de la marca Honda, cogió un folleto en la que aparecía la imponente Honda Gold Wing con un eslogan que decía: “El mundo es suyo en dos ruedas”. Se sintió tan identificado con aquella frase que le motivó de tal manera que empezó su aventura.
 
Su situación económica no le permitía ahorrar y mucho menos costearse lujos, pero era tal la pasión que transmitía al hablar de su sueño que, unido a su tesón y perseverancia, logró que el vendedor cayera rendido a sus pies y accediera a ayudarle en la compra de la moto. Para ello, tuvo que firmar una cantidad ingente de documentos que aseguraran su pago, ya que hasta él mismo dudaba de ser capaz de hacer frente a una deuda tan elevada. Fue así como obtuvo su Honda Gold Wing 1100, a la que bautizó como la Princesa Negra.
 
Convencido de que no iba a ser fácil cumplir con sus obligaciones financieras, Emilio Scotto experimentó el primer golpe de suerte en su vida. El cambio de gobierno argentino hizo que el dólar se elevase de tal manera que las cuotas de su deuda bajarán considerablemente, convirtiendo lo que iba a suponer un gran sacrificio, en un regalo.
 
Cinco años después de su adquisición, ya con experiencia suficiente en la manejabilidad de la moto, decidió iniciar su viaje un 14 de enero de 1985 con tan sólo 300 dólares en el bolsillo y con un equipaje muy básico. Su indumentaria carecía de protecciones como normalmente las conocemos, apenas pudo comprar un casco y vestía ropa de calle, un pantalón, unas botas amarillas de agua y ni siquiera unos guantes en sus manos, aunque contaba con lo principal, un sueño.
 
Inició su andadura por Uruguay, siguió por Brasil y llegó al Amazonas. En aquel entonces, no había conexión con Venezuela y su traslado fue a través de la selva. Todos los días surgía la oportunidad de explorar lo desconocido. Emilio comentaba que una de las cosas que más aliento le daba era la hospitalidad de la gente que se encontraba por el camino y le ofrecían comida, cobijo, gasolina… algo que fue crucial para seguir su marcha. Se trasladó hacia el norte hasta llegar a Estados Unidos, de allí viajó a Europa en un carguero, según Emilio uno de los continentes más caros de su viaje.
 
Por aquel entonces, comenzaba el lanzamiento de las revistas y de esta forma pudo continuar costeándose su viaje. Así empezó su faceta como reportero, fotógrafo y periodista.
 
De allí saltó a África, el continente más duro de todos por distintos aspectos, uno de los cuales fue mover los 400 kg de su “princesa” por sus caminos de arena. También destaca las guerras, la violencia entre la gente, las enfermedades y la desigualdad de la que allí fue consciente. En Sierra Leona fue detenido nada más pasar la frontera de Liberia y fue acusado de entrar en el país con intención de matar al presidente, por lo que le arrestaron durante 7 días y le quitaron la moto, la ropa, todas sus pertenencias y, por si eso fuera poco, también sufrió malos tratos. Vivió varias guerras como la del Congo, contrajo la malaria y en Somalia tuvo que escapar de unos piratas.
 
A mitad de recorrido, Emilio Scotto sintió la necesidad de casarse con la que fue su novia Monica Pino, que dejó en Tapiales Argentina. Decidieron hacerlo en el Taj Mahal con una ceremonia hindú. Antes de comenzar su aventura, y durante ella, él le dijo que hiciera su vida, que fuese feliz y tuviera hijos, pero ella no le escucho y le esperó en su lugar de origen sin hacerle caso.
 
A partir de este momento prosiguieron juntos el viaje con destino a Australia, pero tuvieron un contratiempo con un avestruz, que les sorprendió corriendo por un lateral e impactó con su moto, tirándoles a los dos al suelo. Mónica se llevó la peor parte y sufrió una grave lesión en la pierna que le impidió poder acompañarle los últimos años.
 
Tras lo acontecido, comenzó sus andanzas por Oceanía, Polinesia, Melanesia y Micronesia. Tardó un año y siete meses en realizar este recorrido con ayuda de aviones de hélice y barcos para poder pasar de una isla a otra.
 
Después de siete años, en los cuales completó la vuelta al mundo, volvió a Estados Unidos y se dio cuenta de que le faltaban muchos países por conquistar. Sin pensárselo dos veces, en Los Ángeles, comenzó su segunda vuelta al mundo. Visitó el país de origen de su Princesa Negra: Japón. Y Corea, Hong Kong y Filipinas.
 
En China le pusieron impedimentos para entrar pero gracias a su astucia y experiencia lo consiguió, aunque no le salió tan bien como él se imaginaba ya que le quitaron la moto. Gracias a que mediaron por él, la recuperó y pudo rodar por toda China. En el Washington Post salió este titular: “Al final deciden dejarme viajar en moto por todo el país -celebra Scotto-”.
 
Se trasladó a la Unión Soviética para llegar a la capital rusa en pleno mes de diciembre con unas temperaturas heladoras, marcando los termómetros muchos grados bajo cero. Fue hasta Alemania donde le esperaba uno de los pasos más duros en cuanto a climatología se refiere, los polos.
 
Recorrió Islandia y Groenlandia encontrando grandes dificultades a su paso por las nevadas y las temperaturas tan extremas.
 
Pronto cambió la ropa de abrigo por la de verano y viajó al Caribe, donde recorrió 27 islas. En 1994 llegó a La Habana. Un año más tarde completó su décimo año y puso rumbo a su lugar de origen.
 
Pensaba que la vuelta en moto había sido provechosa, pero no contento con ello, se dispuso a conocer los últimos países que le faltaban como Ecuador, Galápagos, Perú y Chile, sumando ya con éste, el país número 272.
 
Entró en Argentina por Mendoza y en la aduana le retuvieron la moto, debido a que le permitieron salir por un año y había estado diez.
 
Por fin, el 2 de abril de 1995, Emilio Scotto hizo su entrada por la Avenida 9 de Julio de Buenos Aires hasta el Obelisco, acompañado de 400 motos, y fue recibido por el presidente del Gobierno Carlos Menem. En ese momento no pudo contener las lágrimas de emoción.
 
Al final del trayecto los números de su viaje fueron impresionantes: 735.000 km, 10 años de duración, 272 países visitados, 2 vueltas al mundo consecutivas en distinto sentido, 16 pasaportes de 64 páginas, aprendió 5 idiomas, estuvo preso 6 veces, gastó 42.500 litros de combustible, 86 neumáticos, 11 baterías, 9 asientos, le sancionaron con 15 infracciones de tráfico -14 de ellas en Estados Unidos, de las cuales 13 fueron en California-.
 
En 1997 entró a formar parte del El libro Guinness de los récords por haber hecho el viaje más largo en moto.
 
El mejor momento de su viaje cuenta que fue el primer día que se subió a la moto y realizó su primer kilómetro. A partir de ahí, su vida empezó a tomar otro cariz y cambió para siempre. Según sus palabras, viajar ha sido para él su máxima expresión, como para grandes viajeros como Marco Polo, Magallanes o Cristóbal Colón. Ahora la nostalgia y la melancolía le hacen cuestionarse: y ahora ¿qué?

Dedicado a Eva Aguado y Jorge Herranz




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