Nunca se había subido a una moto y lo hizo por primera vez cuando tenía 25 años, haciéndolo de ‘paquete’ con un amigo para probar la experiencia. No le debió desagradar, porque “un día pasé por un concesionario y me llamó la atención la Honda Gold Wing que había en la exposición. Entré, me monté en ella y dije ‘¡la vuelta al mundo en moto!’”, afirma. La compró, aunque nunca había conducido una, y tal era su impericia, que “al estrenarla, saliendo de la tienda, en la misma esquina, me caí, porque no sabía manejar una moto”, cuenta sonriente.
En 1985, poco después de adquirir la que iba a ser su compañera durante diez años, “me despedí de mi familia, de mi madre, de mi hermana, de mi perra bóxer y de mi novia, a la que le dije ‘cásate, haz tu vida’ (Mónica, su novia entonces, es hoy su esposa que acompaña a Emilio a todas partes, estando presente en la entrevista sacando fotos con el móvil). Con 30 años -continúa-, llevando el equivalente a 300 euros en el bolsillo, sin idiomas, sin ropa motera, iba vestido igual que cuando visitaba, sin plan, solo sabía que detrás de un país venía otro, me fui a recorrer el mundo”. …Y no volvió hasta el 2 de abril de 1995.
Se fue llorando por lo que dejaba atrás y por ese sentimiento de culpabilidad, de traición que pensaba le hacía a sus seres queridos. Pero todo cambió en Brasil. “Estaba cruzando el puente Niterói (ubicado en Río de Janeiro, su longitud supera los trece kilómetros), y me habían avisado de los fuertes vientos que suelenhaber en ese lugar. Y así fue, porque apenas podía manejar la moto y en un momento dado, un camión se me echó encima, logrando esquivarlo por poco y allí, tras ese hecho, rompí amarras con ese sentimiento que me ahogaba por haber dejado a los míos”, confiesa.
En el país brasileño le ocurrió un segundo suceso que le redujo lastre, pero no emocional, como en el puente, sino material. “Me robaron todo -menos la moto-, pero me hicieron un favor, porque me aligeraron todo el peso de más que llevaba con cosas que no necesitaba para el viaje”.
En España “cambió todo”, asegura Scotto. Le presentaron al director de ‘Motociclismo’, publicando un artículo “y fue tal el éxito que seguí colaborando con la revista. Fue España la que me abrió el mundo”
Fue un presentador muy famoso que le entrevistó en Estados Unidos el que “me preguntó por el nombre de la moto y le respondí que no tenía. Y como era negra, el periodista le puso ‘Black Princess’”, y así se quedó.
Cuando recaló en Nápoles, le aconsejaron que visitara a Maradona, que jugaba entonces en el equipo italiano tras su paso por el FC Barcelona, y no solo le recibió, sino “que me dio dinero para que pasara una noche en un hotel de cinco estrellas, pero yo preferí pasar un mes en una pensión con ese dinero”, comenta.
Scotto llegó a nuestro país “y aquí cambió todo -asegura-. Me presentaron al ‘Cheli’ (apodo del desaparecido Javier Herrero, entonces director de la revista ‘Motociclismo’). Me dijo que escribiera un artículo, pero no de la moto, sino de lo que veía, de mis experiencias, y se publicó y fue tal el éxito que seguí colaborando con la revista y luego supe que me seguía todo el mundo, pero fue España la que me abrió el mundo”, proclama agradecido.
“¿Dónde quieres ir, al fin del mundo? Pues súbete a una BMW y vete al fin del mundo. ¿Qué pasa con los demás? Vienen detrás, como los caballos de carreras, jadeantes”
Fide Castro le financió su estancia en Cuba. En París, una marca de equipación motociclista le proveyó de su primer equipo motero y la compañía de los ‘Bateaux Mouches’ que atraviesan París navegando por el Sena, “me patrocinaron los dos años que estuve en África, a razón de 800 euros al año”, comenta este extraordinario motoviajero que detalla sus experiencias en el libro ‘The Longest Ride: My Ten-Year 500.000 Mile Motorcycle Journey’, publicado en 2007.
Durante los diez años de periplo en moto, Emilio se buscó la vida empatizando, “el GPS, que yo no tenía porque no existía (cuando Scotto viajó no había navegadores, ni redes sociales ni Google…), está muy bien, úsenlo, pero no se olviden de mirar a su alrededor, porque esas personas también son el GPS y te pueden llevar a otra experiencia, porque el mundo es gente. Cuando llegaba a un pueblo, la gente me rodeaba y siempre había alguien que me llenaba el depósito de gasolina. Así tenía 350 kilómetros por delante para pensar en cómo llenaría el siguiente”.
Para Emilio, “la moto son vivencias, es vida, y BMW fue la que se dio cuenta, entregando a los viajeros modelos con los que viajar y descubrir mundo. Si Colón existiera, se subiría a una BMW y se iría a descubrir mundo”. “Para los viajeros -prosigue-, la moto es como una alfombra mágica que les lleva por el mundo y BMW nos ha dado esa alfombra con sus modelos. Porque BMW invirtió, ideo, pensó y diseñó la moto, la alfombra voladora (se refiere a los modelos GS). ¿Dónde quieres ir, al fin del mundo? Pues súbete a una BMW y vete al fin del mundo. ¿Qué pasa con los demás? Vienen detrás, como los caballos de carreras, jadeantes. ¿Hacen buenos productos? Sí, por supuesto; todas estas compañías, por las que yo me saco el sombrero, hacen buenos productos, pero en este momento BMW es inalcanzable. El esfuerzo que tienen que realizar, la inversión que deben hacer para quitarle a BMW el primer lugar es tan grande, que no creo que nadie se atreva. Porque, además, BMW sigue desarrollando y cada año hace una nueva moto con cosas que nos dan todavía mayores prestaciones”, subraya.
Este aventurero y escritor proclama que “la vida son proyectos, sino tenemos proyectos, no tenemos vida”, añadiendo que “el hombre no tiene raíces, tiene alas, y si te gusta viajar, ¡vuelen!”. Un vuelo que se puede iniciar, aunque sea imaginario, leyendo su último libro arriba reseñado, el primero de seis “contando, en primera persona y en presente, mis vivencias para que el lector se sienta protagonista. Es una confesión muy profunda de la gente que me encontré en mi viaje. Un libro histórico, de viaje, donde la moto es una alfombra voladora que me lleva por los 279 países en los que estuve”.
El “peligro” del libro son las ganas que entran de emular a su autor al leerlo, aunque sea una mínima parte de lo hecho por este personaje que más parece de ficción que real por la envergadura de su gesta. Aventurero y escritor que está convencido, es más, “les aseguro que a Dios le gustan las motos. Cuando Dios hizo el mundo pensó en hacer un vehículo de dos ruedas para que estos viajen”, conclusión a la que llega por las muchas veces que “le echó” una mano en situaciones de apuro, que no fueron pocas, subrayando que “siempre hay una fuerza que nos acompaña”.
En todo el tiempo hablando con este personaje de leyenda que no dejarías de escuchar ni por una vuelta en moto, me llaman la atención muchas cosas, pero por destacar alguna, subrayo dos. La primera, que en su verbo no hay ni un mal taco, ni una sola palabrota, su lenguaje es una alfombra persa sin el menor nudo; la otra, el año que pasó recluido en una habitación al llegar a su Argentina tras diez años viajando por el mundo, “no sabía qué hacer, no me adaptaba y colapsé”.
Afortunadamente y como se puede comprobar en la entrevista, Emilio renació y es un hombre feliz que se dedica a lo que le gusta, llevar gente a viajar por el mundo en moto y a escribir sobre lo que le dio fama. Y junto a él, Mónica, la mujer a la que le dijo que se casara y se buscara la vida. Y lo hizo… con él, su amor de toda la vida.
Fuente: https://www.bmwridersnewsletter.es/BMW/?p=34088