Agrandar texto
Achicar texto
Motorcycle Expeditions, emilio scotto tours, emilio scotto motorcycle tours, emilio scotto world tours, tours en moto, tours en motocicleta, tours por el mundo, tours de aventura, tours culturales, motorcycle tours, tour en moto europa, tour en moto turquia, tour en moto ruta 66, tour en moto europa, tour en moto india, tour en moto españa, tour en moto tailandia, viajes en moto, viajes organizados moto, viajes, vuelta al mundo, expediciones en moto, recorrer el mundo en moto, guinness world records,
Noticias

Cuando la inquietud no tiene límites Emilio Scotto
01/10/22 Por: Gema de los Reyes

“(…) La historia no se escribe con los –tal vez– ni con los –hubiese– sino con riesgo y perseverancia”
Emilio Scotto
 

“Este no es el mundo que estaba en el atlas que me regaló mi madre”. Así reflexionaba en tierras llenas de dolor, odio, oscuridad y temor, aquel pequeño niño que un día a la edad de siete años dijo a su madre.
“Cuando sea grande voy a ser el primer hombre en ir a la Luna. Y antes voy a construir un camino que va a pasar por todos los países de la Tierra. Se va a llamar Ruta Azul 1”.
“Me espera América Central y está en guerra, lo sé. Pero no corté las cadenas del ancla para aprovechar comodidades”
Con un pensamiento atento y detenido, bajo avisos de cautela el viajero con ansias de conocimiento desembarcó en Panamá bajo el mandato del General M.A. Noriega. Tras padecer horas en el aeropuerto consiguió llegar hasta José Pando, quien le dará cobijo durante su estancia y le llevará en su Jeep durante cuatro días por las junglas y humedades que separan Panamá de Colombia. Los días transcurrieron llenos de preguntas y reflexiones; el joven de treinta años que partió de Buenos Aires acompañado de su Honda Gold Wing 1100 se había convertido en un viajero, pero no sólo por sus recorridos de los meses anteriores donde su afán era conocer y aprender, sino, porque además de mostrar a través de sus palabras esa cualidad plástica, donde las palabras son pinceles y lo que se pinta son imágenes, ve, mira y además opina. En este segundo volumen De la Tierra a la Luna, ida y vuelta en motocicleta, denominado “Apocalipsis” se observa una gran evolución interior del viajero que ya lleva un tiempo recorriendo el mundo. “Esa selva no es una división geográfica; es un muro natural, social, económico y político. Se me hace que es una vergonzosa mancha en la historia de la humanidad” refiriéndose al conocido “Tapón de Darién”. Es tanto su inconformismo ante la situación que años más tarde crea un proyecto para construir esa vía de la famosa Panamericana que falta por construir.
 
 
Tras los primeros capítulos del libro, cuyos elementos son el propio índice, observamos que el autor continua este segundo volumen narrando en primera persona y tiempo presente. Como él mismo decía en su primer libro de la colección, lo hace para que el lector cuando lo lea sienta que está viajando en cada página; y desde luego que lo consigue, la sensación que produce es que el libro se está escribiendo in situ, aunque, realmente el autor reviva lo acontecido página tras página. Esta forma de narrar hace que el autor y el lector vayan juntos, nos hace ser un espectador casi presente en su día a día y, no transmitiendo una historia, sino dirigiéndonos el relato hacia nosotros mismos.
Estando en Panamá donde realiza una gran descripción de la misma y de su canal a través de diferentes personajes (el guía, la mujer con el niño, etc.) le presentan a un hombre que le marcará interiormente, al igual que en su primer volumen encontraba a Pedro, el garimpeiro del Amazonas. Bajo el nombre de “Viejo”, quien había recorrido América Central en moto en el año 1953, se esconde una persona llena de sabiduría que le indicará cómo llegar a Costa Rica. Esta escena donde “Viejo” muestra a la niebla con adjetivos como “puré blanco o lana de algodón” muestra a un autor paciente, lleno de aprendizaje, ante las impertinencias de ese hombre que parece un almacén de experiencia y conocimiento. Me sigue llamando mucho la atención la manera que tiene de mostrar a las personas que intervienen en su obra, consigue que los visualicemos, que tengamos opinión sobre ellos, sin duda, sus personajes son más que meras voces dentro de la narración.
Y así, teniendo en mente las palabras del hombre que un día se enfrentó a la “bestia que habita en el cerro de la muerte, Luzbel” llegó a Paso Canoas en Costa Rica, decidiendo continuar por una maquiavélica carretera llena de curvas.
Momentos de angustia, miedo, arrepentimiento le persiguen cuando se introduce en esa niebla tan espesa, donde se puede tomar un puñado y meterla en el bolsillo.
“La temperatura es cero. Manos y pies se desordenan. Aprieto el embrague con la muñeca; los dedos son tiras de mármol. La lengua, se pega; duele la mandíbula (…) las bujías se ahogan. El motor va en dos cilindros; los otros dos ya habrán muerto (…) ciego total, sufro ablepsia en ambos ojos. No veo la ruta, la moto, las manos, ¡nada! ¡Para, para! El terror a la muerte inyecta un esfuerzo sobrehumano en brazos y piernas”.
 
Tras conseguir escapar de “Luzbel” y bajo una hipotermia severa llega a la ciudad de Cartago. Acudiendo al hotel recomendado y tras recuperar su temperatura, recuerda su regla básica que en esta ocasión le había hecho caso omiso: “Un paso a la vez, porque mejor es caracol vivo que liebre muerta”.
Continua por la Panamericana para llegar a Nicaragua; tras varias idas y venidas para la obtención del visado y tramitación de papeles, deja atrás esas fantásticas playas de Liberia para encontrarse con los tiros de la policía nicaraguense.
Una vez más, como ya sucedía en su primer volumen, el autor documenta los espacios y los tiempos. En este caso concreto, muestra algunas referencias históricas sobre las dos ultimas décadas de Nicaragua. Cómo lectora, me pregunto: ¿A quién van dirigido estos relatos?
Curiosamente veo que el libro no tiene un lector definido ni en cuanto a edades ni gustos, aunque por supuesto el lector aficionado a las motos será el mayor interesado por el medio de locomoción que utiliza para su viaje, pero sin duda, no hay edad para leer las aventuras de este gran autor. Las personas de cierta edad encontrarán en él historias familiarizadas en el tiempo y por tanto se identificarán con el momento, pero los más jóvenes leerán relatos de viajes, a la vez que aprenderán historia de la mano de un viajero en un mundo que ya no existe.
Managua arde y no es posible entrar, así que tras encontrar nuevamente la Panamericana continua su camino hasta Honduras, donde conoce a Danilo junto a su gran camión llamado “Elefante blanco” quien será su nuevo compañero de viaje. Junto a él cruzará fronteras, verá la mentira y el horror de la guerra en las cunetas, escuchará historias y reflexiones mientras que intenta entender el trabajo de algunos de sus habitantes, todo ello cruzando el Salvador entre bombas y metralletas.
“Mientras haya dólares, no importa quién te los provee, ni cómo, ni por qué, ni cuándo. No hay causas nobles, Emilio, ni patria, ni lealtad, ni honor, ni orgullo, ni mujeres y niños primero. Sólo hay poder y más poder, y el poder se compra con dólares y más dólares”
El riesgo era constante, pero ganaba protagonismo en ciertos momentos como en el cruce del río Lempa por el puente Cuscatlán, el más importante del país, dinamitado a principios de ese año.
Cruzarlo era una pericia, los durmientes de ferrocarril dejaban ver los peligros que se avecinaban. Al paso de un gran estruendo la caravana de vehículos comenzaba a atravesarlo, con todos los posibles problemas que podían acarrear; los técnicos por su dificultad y los políticos porque se esperaba un segundo ataque.
“Avanzo. A ambos lados, hay búnkeres de cemento reforzado con sacos de arena. Puedo ver las bocas negras de ametralladoras que salen de ellos. (...) El puente no tiene barandas, solo arcos de acero oxidado. (...) Voy entremedias de chapas sueltas, pero hay lugares donde la separación es demasiado grande. La rueda delantera sube y cae al hueco, y sale y cae la trasera, cada metro es más complicado. La moto se encaja (...) acelero las revoluciones, salgo mal pero sigo. Tres metros, caigo pesadamente (...) los camiones van a atropellarme, entre todos levantamos la moto, sigo, más maderos, sigo, más agujeros, sigo. No es una aventura, no es un viaje de descubrimientos, es una locura”
Preguntándose dónde se encuentran el Coliseo, las Pirámides o la Torre Eiffel llegan a San Salvador, capital del país, donde Danilo le recomienda irse ya que ésta va a ser atacada en breve. Dudas, cuestiones, incertidumbres acechan otra vez al pequeño Bubi (así era conocido Emilio Scotto en su edad temprana, ¿Con quién estoy? ¿Quién es Danilo?
“Ya te dije que en estos tiempos el conocimiento vale oro, pero también es peligroso. Yo no soy nadie, solo un comerciante sobre un elefante. Tu tampoco eres nadie, solo un viajero sobre un hipopótamo. Por cierto, ponle nombre a tu cabalgadura, se lo merece. Eso de que la llames moto no sirve”
Con un fuerte abrazo se despide de la persona que le ayudó a atravesar esa tierra en guerra con olor a rancio de pólvora, recordando siempre, que además de otras muchas cosas, les unía la ilusión de conocer el mundo.
“Te aviso, no me escribas, por razones de seguridad, sabes. Te llevas muchos secretos, utilizalos bien. Y cuando termines tu viaje, regresa a verme, tal vez, todavía esté vivo”
Y haciendo un juramento a su gran amigo, parte para tierras guatemaltecas donde enfermará dos veces hasta el punto de temer por su vida.
De la mano de lvy, gerente de la Compañía Nacional de cerveza de Guatemala, recorre esas tierras que le dejan sorprendido y que siempre llevará en su corazón. Ascendieron hasta Chichicastenango bautizado por el autor como el “Tíbet de América”. “Rodeada de valles la población etnia quiché parece un lugar separado del resto del mundo” y allí sumergida entre nieblas y perfumada con olores de incienso lvy le regala el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas.
“Emilio, aquí se atesora la sabiduría y las tradiciones de ese pueblo, que es el mío también; mi querida Guatemala. O sea, te entrego Guatemala. Llévanos para siempre en tu corazón”
Continuando con su trayectoria llega a México, al conflictivo estado de Chiapas para continuar hasta la ciudad soñada por su madre, Acapulco, donde mientras piensa en ella, echa atrás su mente y descubre su alma recordando las vivencias de sus nueve años; vivencias que sin duda estremecen el corazón.
Sin detenerse en su camino continua hasta México DF presenciando los destrozos ocasionados por el gran terremoto ocurrido el 19 de septiembre de 1985. Grandes partes del distrito estaban en ruinas, la gente dormía en la calle, en tiendas de campaña y ante esa mirada, la bondad del viajero sale a relucir; a él siempre le ayudaron, ahora le toca a él colaborar; con un megáfono en mano y una furgoneta acude a barrios donde el dolor es desmesurado para entregar ropa y comida a una larga lista de niños.
“He terminado de entregar la última prenda, el último chocolate. Siento rabia, dolor. Cuarenta mil personas murieron en tres minutos (...) nadie tuvo tiempo de despedirse, de decir te quiero, de pedir perdón por alguna pelea. En un soplo se apagaron las guitarras de los mariachis. Hoy soy más mexicano que desde que entré a este país. Por lo ojos saco de adentro lo que tengo en el corazón”.
Y con el corazón lleno de angustia, prosigue su camino pero antes tiene que conseguir su visado para entrar en Estados Unidos. A lo largo de toda la obra, aunque el autor esté en momentos duros siempre deja un espacio para el humor, y curiosamente utiliza en la mayoría de las veces las metáforas, la comparaciones y otros recursos literarios no fáciles de usar, pero que el narrador los maneja con gran maestría.
“Solo yo puedo haberme confesado con el chofer de Cantinflas pensando que era el presidente de los Estados Unidos. Solo yo”
Continuando a través de nubes de polvo, viento, bichos, agua, etc., el niño que quería mirar a todos los lados, pero sin perder la vista al frente, continúa hasta la frontera de EEUU en un enero de 1986 analizando todo lo que deja atrás, preguntándose si el camino lo elige él o es el camino quien le elige a él.
“Mirar es documentarse y reportar, adentrándose en las vidas ajenas a través de zoom in y realizar panorámicas desde la distancia mediante zoom out” M. Angulo
Aunque el estilo de un escritor es tan personal como sus huellas dactilares, siempre existe la posibilidad de aplicar algunos baremos para evaluar la calidad estilística de un escrito. El autor con buen dominio de la ortografía, precisión, sencillez y una gran originalidad, crea un estilo propio que le identifica por la selección que ha realizado de forma consciente o inconsciente de los recursos del lenguaje respondiendo a su universo intelectual, emocional y linguístico.
La originalidad está relacionada con la sinceridad, un escritor que no refleje su mundo interior nunca conseguirá ser original.

Fuente: https://motoviajeros.es/septiembre-2022-no-88-revista-motoviajeros-himalaya/


MAS NOTICIAS
Whatsapp