Escribí De la Tierra a la Luna ida y vuelta en Motocicleta como una deuda pendiente. Con una trayectoria tan extensa en un mundo tan vasto, necesité transmitir mis experiencias, acercarles los olores, los colores, la música. Quise compartirles lo vivido allá y acá, en tierras extrañas y en lenguajes diversos. Lo escribí por pasión, pero también por obligación: para demostrarle al mundo que lo único que nos divide entre nuestros sueños y nuestras metas, es el miedo. Aquel miedo que debemos romper al inicio de toda gran travesía.
Escribí De la Tierra a la Luna con la ilusión de ser guía, luz y amparo de aquellos viajeros que aún no se animan a lanzarse a la aventura. Escribí con ánimo de dejar asentadas aquellas historias que soñaba de pequeño, pero que realicé de adulto. Escribí para que luego otros viajeros escriban.
Estos días recibí desde España la enorme noticia de que mi obra fue seleccionada para su incorporación en la red de bibliotecas del Instituto Cervantes de la Lengua Española, presente en 45 países. Una distinción que me honra y que me acompañará como una exigencia para que, los posteriores libros, sean aún mejores.
Escribí con ánimo de compartirles mis historias. Jamás pensé que llegarían tan lejos. Gracias al Instituto Cervantes de la Lengua Española, es un orgullo para mí.